EL objetivo es dar a conocer esta enfermedad y cuáles son las dificultades a las que se enfrentan los que conviven con ella.
El Día Nacional de la Epilepsia pretende contribuir a mejorar la imagen de la enfermedad en la sociedad y clarificar falsos mitos que, desde siempre, la han acompañado. Actualmente, la epilepsia afecta a 50 millones de epilépticos en todo el mundo, 6 millones en Europa.
Pese a ser relativamente común, esta enfermedad del sistema nervioso sigue representando un estigma social, debido, básicamente, al desconocimiento que la sociedad tiene sobre ella.
Con la instauración del Día Nacional de la Epilepsia se quiere combatir esta errónea concepción y difundir las consecuencias reales de esta enfermedad. En ocasiones, la epilepsia se identifica equivocadamente como una enfermedad mental o como una discapacidad. Por este motivo, quien padece epilepsia puede llegar a tener problemas de relaciones personales y de integración social.
Es necesario que la sociedad comprenda en qué consiste la epilepsia y aprenda a tratar a aquellos que la padecen sin ningún tipo de discriminación. Las consecuencias psicológicas y sociales de la epilepsia resultan, en ocasiones, más traumáticas que las propias crisis. Convivir con esta enfermedad es algo más que seguir un tratamiento o realizarse unas pruebas, los enfermos y sus familiares deben aprender a sobrellevar la enfermedad y a manejar sus sentimientos sobre las crisis epilépticas.
Cuando se realiza un diagnóstico de epilepsia, lo primero que se plantea es la incertidumbre ante el futuro. El enfermo siente miedo ante una enfermedad grave, que puede comprometer su propia vida. También se siente asustado ante el pronóstico de las crisis y sus escasas posibilidades de control. La imprevisibilidad de la mayoría de las crisis, incluso en los casos en los que son infrecuentes, resulta suficiente para minar la autoestima y la confianza en uno mismo. No hay que olvidar que el aumento de la mortalidad asociado a la epilepsia es 2-3 veces mayor al de la población en general.
El buen diagnóstico de la enfermedad y el correcto tratamiento de la misma permiten a estos pacientes poder llevar una vida sin restricciones sociales o laborales.
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