La hepatitis C es una enfermedad del hígado causada por el virus del mismo nombre.
El virus de la hepatitis C se transmite generalmente por exposición a sangre de una persona infectada.
Esto puede suceder:
- al recibir transfusiones de sangre o derivados sanguíneos e injertos de órganos contaminados;
- por inyecciones aplicadas con jeringas contaminadas; en las instituciones asistenciales, por los pinchazos con agujas contaminadas;
- la utilización de drogas inyectables;
- cuando la embarazada padece la infección y contagia a la criatura.
- La hepatitis C se puede transmitir al tener relaciones sexuales con una persona infectada o compartir artículos contaminados con sangre infecciosa, pero estos mecanismos son menos comunes.
La infección no se transmite por la leche materna, los alimentos ni el agua; tampoco por el contacto social que implican los besos y abrazos o el compartir alimentos o bebidas con una persona infectada.
El cuadro clínico puede ir desde un padecimiento leve que dura unas cuantas semanas hasta una afección grave y permanente que puede desembocar en cirrosis o cáncer del hígado.
El virus de la hepatitis C se transmite por el contacto con la sangre de una persona infectada.
Se calcula que en el mundo hay unos 150 millones de personas que padecen la infección crónica por este virus y que más de 350 000 enfermos mueren al año por afecciones hepáticas vinculadas con él.
La hepatitis C se puede curar con antivíricos.
Actualmente no se cuenta con una vacuna; sin embargo, las investigaciones con tal fin siguen adelante.
El cuadro clínico puede ir desde un padecimiento leve que dura unas cuantas semanas hasta una afección grave de toda la vida. El virus de la hepatitis C se propaga por lo común cuando la sangre de una persona infectada ingresa en el organismo de una persona susceptible. Es uno de los virus más comunes que infectan el hígado. Se calcula que cada año se infectan con este virus entre 3 millones y 4 millones de personas en el mundo. Hay unos 150 millones de personas que sufren la infección crónica y están en riesgo de sufrir cirrosis hepática o cáncer del hígado. Cada año mueren más de 350 000 personas por causa de enfermedades hepáticas vinculadas con la hepatitis C.
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